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Sellado de la credencial del peregrino

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Denominación

Sellado de la credencial del peregrino

Fechas

Siglos XII-XXI [evolución de identificación medieval]
Descripción

La credencial del peregrino, en su forma moderna, nació en el I Congreso Internacional de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, celebrado en Jaca (Huesca), en 1987, donde se encomendó su confección a la Asoción Palentina de Amigos del Camino. Consiste en un cuadernillo desplegable en acordeón que contiene los datos de la institución que la expide, los de identificación personal del peregrino, y espacios para estampar sellos de los lugares por los que transita, que funcionan como certificación de paso, debiéndose sellar dos veces al día y reflejarse la fecha. La credencial identifica al peregrino como tal, y le da acceso a los albergues específicamente destinados a su acogida a lo largo del Camino de Santiago, además de, en determinadas condiciones, hacerle acreedor, a su llegada a Santiago, de obtener la “Compostela”, o certificado de peregrinación expedido por la Oficina del Peregrino de la Catedral.

La existencia de tales salvoconductos, epistolion o “letras formadas”, habitualmente sancionadas por el obispo de origen, se recoge ya en tempranas disposiciones conciliares (siglo IV) alusivas a la recepción de clérigos y peregrinos -en el sentido de extranjeros- legos en territorios ajenos. Tienen el carácter de identificación personal, acreditan al portador como miembro de la comunidad cristiana y lo habilitan a ser sujeto de hospitalidad por parte del grupo receptor, lo que en cierto modo nos permite tanto equipararlas a las tesseræ hospitales celtibéricas, como considerarlas precedentes de las actuales “credenciales del peregrino”, concretamente en su versión de “letras formadas” de tipo recomendatorio. Originalmente eran expedidas por el obispo de la diócesis de origen del peregrino, delegando tal función en los vicarios y finalmente en los párrocos. El bulario de Calixto II conserva una de estas cartas, dirigida por el papa al arzobispo Diego Gelmírez en 1121, en la que le encomienda a un caballero de nombre Guido, que había hecho el voto de viajar a Santiago (miles iste fidelis noster Guido votum habuit beatissimi Jacobi Apostoli visitandi).

A las cartas expedidas por la autoridad eclesiástica se sumaban los salvoconductos otorgados por el poder civil, tanto los que permitían al peregrino abandonar y regresar a su territorio vital, como los que avalaban la protección a su portador para atravesar tierras extrañas. Así el que expidió en 1315 el rey de Inglaterra Eduardo II a uno de sus guardabosques para que fuese en peregrinación a Santiago; o, en 1360, el dado por el infante Luis, lugarteniente del rey de Navarra, al vizconde de Narbona Aymerich y a Thibaut de Verona, que iban en peregrinación a Santiago. Precisamente, esta carta de recomendación les sirve para pasar por Ostabat sin pagar peaje alguno, como el primero reconoce en documento aparte (“per la gracia que nos ha faicha monseñor l’enfant de Navarra per una letra que nos ha donada segelada de son segel, de la quala nos havem donada la copia al peager”). Vázuez de Parga, Lacara y Uría refieren que en el Archivo de la Cancillería del Reino de Aragón se conservan hasta 134 de estos documentos, expedidos entre 1378 y 1422. En ellos se hace constar la fecha, nación de procedencia, el nombre del portador y su condición.

Un cercano precedente de la actual credencial, más en forma que en fondo, lo tenemos la “Tarjeta del Peregrino del Camino de Santiago”, editada en el Año Santo Compostelano de 1965 por la Secretaría de Estado del Ministerio de Información y Turismo, cartilla con doce huecos para los sellos a obtener en otras tantas Oficinas de Turismo de la ruta jacobea, y que, una vez cumplimentada, permitía a los turistas obtener un diploma firmado por el arzobispo compostelano (se editó en los Años Jubilares de 1965, 1971 y 1976). El Camino de Santiago había sido declarado Conjunto Histórico-Artístico por Decreto de 1962, y medidas como ésta buscaban su promoción como recurso patrimonial, sin una real consideración al peregrino. Como recoge Fernando Lalanda, en ese mismo año de 1965, el canónigo y Secretario de la Junta Central para el Año Santo desde esa fecha y hasta 1982, don Manuel Jesús Precedo Lafuente, afirmaba, de modo absolutamente premonitorio que «habrá que ir pensando, para futuros jubileos, en crear un carnet acreditativo de la peregrinación y en la necesidad del peregrino, que debería ser refrendado en primer lugar por el párroco del lugar en que tengan su domicilio, y en establecer algunos lugares donde puedan hospedarse gratuitamente, o por un precio módico, en cuanto lleguen aquí. La discriminación será difícil, pero no cabe duda de que nos encontramos ante una auténtica necesidad”.

Será en la trascendental reunión de sacerdotes y laicos celebrada en Santiago de Compostela en 1985 -en la que sentaron buena parte de las bases del moderno renacer de la peregrinación jacobea- cuando, además de nombrar “Comisario-Coordinador del Camino” a Elías Valiña, se defiende la necesidad de creación de un “Carnet del Peregrino”. Un primer ensayo fue obra de la Diputación de Lugo al año siguiente, tomando su forma actual en la editada por las Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago en 1990, fruto de la necesidad de unificación y utilidad acordada en el antes referido Congreso de Jaca de 1987. La Catedral de Santiago también editó su propia Credencial del Peregrino, siendo múltiples desde 1993 los intentos por su parte de convertirla en única. Así se expresa en la actualmente vigente, donde se afirma que “solo puede expedirla la Iglesia, a través de sus instituciones propias (Obispado, Parroquia, Cofradía, etc.) o autorizadas (Federación de Asociaciones, Asociación de Amigos del Camino de Santiago, etc.). Sólo así podrá concederse la ‘Compostela’ en la S.A.M.I. Catedral de Santiago (Jornadas sobre el Año Santo: noviembre 1993)”. Tal afán de exclusividad por parte de la seo compostelana, que, como en el caso de la “compostela” o los antiguos certificados de confesión y comunión (estos sí privativos de su competencia), podría sólo justificarse para quien peregrina pietatis causa, resulta en cualquier caso reductora, amén de generar malestar en buena parte del mundo asociativo jacobeo. Recientemente, el apoyo explícito de la diócesis de Lugo a la credencial promovida por una asociación cultural generó tensiones con la Oficina del Peregrino compostelana, que se negó a reconocerla. Sea como fuere, la credencial expedida por la Catedral de Santiago es la de más amplia difusión entre los peregrinos y considerada “oficial”, aunque coexiste con otras aceptadas por la Catedral compostelana como la de la Federación Española de Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago o de determinadas cofradías y asociaciones internacionales, como American Pilgrims on the Camino. El peregrino puede obtenerla con facilidad en numerosas parroquias, albergues y Asociaciones jacobeas del Camino.

La credencial del peregrino es hoy un eficaz instrumento de gestión y protección de los valores jacobeos. Como elemento de identificación de la condición de peregrino, permite a éste el uso de los albergues a ellos reservados durante una sola noche (salvo causa de fuerza mayor), y a quienes los gestionan a lo largo del Camino, tanto reconocer al peregrino como evitar abusos por quienes intentan hacerse pasar por tales. Del mismo modo que, históricamente, hubo que establecer sistemas de control (mediante veedores o marcas en los bordones), hoy en día, los sellos y fechas en la credencial permiten a los hospitaleros verificar que el peregrino es tal, y pernocta en el albergue en las condiciones estipuladas, que permiten mantener el espíritu de la Acogida Tradicional Jacobea.

La credencial identifica al peregrino, pero también a los lugares que transita durante su periplo, plasmados en los sellos en ella estampados. Trasciende así su valor práctico durante la peregrinación y sirve como evocación de lugares y momentos grabados en la memoria de su propietario. En tal sentido, la “credencial” viene a significar un índice gráfico del diario íntimo del peregrino a Santiago, resumen de sus vivencias, fatigas y encuentros. Frente al carácter institucional del certificado de peregrinación o “compostela” expedida por el Cabildo de la Catedral de Santiago, la credencial, además de ser sentida como propia y personal, se va configurando fruto de la voluntad, el esfuerzo y, en ocasiones el azar en el transcurso del recorrido. Ambos son documentos nominales, pero mientras en la compostela el carácter privativo se reduce al propio nombre, en la credencial –sea quien sea su editor- es el periplo del peregrino el que ha dispuesto el orden de sus sellos.

Representa, además, la credencial, un símbolo de la interacción entre el peregrino y los hospitaleros y vecinos que le acogen o con los que establece comunicación. El gesto del hospitalero al estampar en ella el sello del albergue, lo convierte en fedatario de la condición de peregrino, y reafirma la identidad común de ambos –hospitalero y peregrino- como miembros de la comunidad jacobea. La costumbre de sellar en dos ocasiones cada día hace que, habitualmente, uno de los sellos sea el del albergue de peregrinos donde se reposa, y el otro se obtenga en una de las localidades de paso de la etapa, bien en una parroquia, Ayuntamiento, oficina de información, establecimiento hostelero u otro.

El contacto físico, indeleble como la tinta del sello estampado en la credencial, que evocará en el peregrino un recuerdo de su experiencia, es actualmente amenazado en su forma por las “credenciales digitales” que, poco a poco, se van instaurando.

Anexos

AACS de Palencia, “La credencial del peregrino. Aproximación histórica al tema”, Peregrino. Boletín del Camino de Santiago, 2, 1988, Anejo, pp. 3-5 (también en Actas del I Congreso Internacional Camino de Santiago, Jaca (23-26 de septiembre de 1987), reed. AACS de Jaca, Jaca, 2017, pp. 74-83).

 

LALANDA PIJOÁN, Fernando, “La ‘Credencial del Peregrino’, crónica y problemática”, en Camino de Santiago, pilar de integración. Actas del VIII Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas. Zaragoza 23-26 de octubre de 2008, AACS de Zaragoza, Zaragoza, 2008, pp. 354-360.

 

LALANDA PIJOÁN, Fernando, El Boom del Camino en sus años oscuros (1961-1969), pp. 226-227.

 

VÁZQUEZ DE PARGA, Luis, LACARRA, José María y URÍA RIÚ, Juan, Las peregrinaciones a Santiago de Compostela, CSIC, Madrid, t. III, 1949, pp. 26-40.

José Manuel Rodríguez Montañés [jmrmleon@gmail.com]

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