Ritualidades

Imposición de manos en el parteluz del Pórtico de la Gloria

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Santiago de Compostela

Denominación

Imposición de manos en el Pórtico de la Gloria

Fechas

Indeterminado-siglo XX (hasta 2004)
Descripción

El gesto, cuyo origen se desconoce, consiste en apoyar la mano derecha en los tallos que brotan de la figura de Adán del parteluz del Pórtico de la Gloria, al tiempo que se invoca o se reza en agradecimiento. El receptor de este ritual es el relieve de la columna de mármol del parteluz de la portada central del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago, obra románica del Maestro Mateo (ca. 1188) en la que se representa el Árbol de Jesé, genealogía de Cristo en la que se manifiesta su doble naturaleza -divina y humana-, coronada por un capitel con la representación de la Trinidad. Sobre éste, se asienta la célebre imagen de Santiago in cathedra, tipo iconográfico que, trasladado de la visión celestial de esta portada a la cabecera del templo, era objeto del abrazo de los peregrinos.

Bajo la figura del rey David -representado como músico tocando el arpa- del Árbol de Jesé las manos de millones de peregrinos y visitantes del templo han impreso en el mármol una profunda huella en la piedra, cuyo desgaste y pátina es fruto de un gesto colectivo bien ajeno al ceremonial propio de la liturgia compostelana. Y ello pese a que parece inspirarse -hasta en su denominación- en la práctica ceremonial de la “imposición de manos” en la cabeza del ritual mediante la cual el oficiante transmitía la gracia del Espíritu Santo al fiel en el momento de recepción de ciertos sacramentos. Emulando el gesto, aquí el sentido es inverso, y es el fiel, peregrino o visitante curioso, el que buscaba con el contacto físico y directo una mayor cercanía e intimidad hacia el destino de su periplo, reafirmación táctil de la oración, invocación o fórmula con la que acompañase con dicho contacto la intercesión divina. A principios del siglo XX se invitaba a acompañar el gesto con el rezo de cinco padrenuestros y cinco avemarías.

La trascendencia del sentido del tacto, presente a lo largo de todo el Camino y documentada en el tiempo, esa “necesidad de tocar”, máxime ante la imposibilidad histórica de contemplación directa de los restos del Apóstol o al menos su sepulcro, continuaba en el “Santiago del abrazo” y el resto de reliquias apostólicas dispersas por la Catedral. Este periplo táctil, bien que asumido y hasta promovido por el cabildo compostelano, se sitúa fuera del ritual litúrgico y carece de aval teológico. Pese a ello, no faltan interpretaciones del gesto que pretenden asociarlo a éste de modo gratuito, como la que supone que la imposición de los cinco dedos de la mano simboliza la presunta obtención de cinco gracias.

Los orígenes legendarios que aporta la literatura odepórica son llamativos y variados. Desde ser huella de la mano del propio Cristo, cuando cambió de orientación la Catedral y colocó a Oriente el altar que estaba a Occidente, según refiere Albert Jouvin de Rochefort que le informaron en su visita de hacia 1670: “nos mostraron su mano impresa en la piedra de uno de los pilares que está en la entrada de la nave, por donde Nuestro Señor la cogió para girarla“, y Manier en 1726, quien añade que “les marques des cinq doigts y sont moulées comme dans de la pâte” (las marcas de los cinco dedos están modeladas como sobre pasta).

Sea como fuere, la realidad es que desconocemos el origen y motivación de este ritual, restringido desde principios de siglo (2004) y finalmente prohibido en 2008 por motivos de conservación del monumento. Reconociendo el siempre difícil equilibrio entre conservación y uso -evitando siempre el abuso-, y que las largas colas que se formaban para imponer las manos en el parteluz saturaba el Pórtico de la Gloria de visitantes, no deja de resultar paradójico que se prive a los autores de proseguir con su obra. Y es que el gesto representaba, para el peregrino, una especie de comunión mediante el tacto con los que le antecedieron. Una idea similar anima el monumento en bronce de Juan Carlos Uriarte Paniagua colocado frente a la Catedral de León en 1998, un homenaje a los artistas que trabajaron en ella trasladado en distintas huellas de manos. Sobre estas imponen sus propias manos cientos de visitantes, la mayoría por mero divertimento, y otros con intenciones trascendentes que probablemente superen la idea que animó al escultor. En cualquier caso, aporta una idea cuyo traslado a la catedral compostelana pudiera ayudar a paliar las cada vez más vedadas oportunidades de sentir con las manos en la casa del Apóstol.

Anexos

BONNAULT D’HOUËT, Baron de, Pèlerinage d’un paysan picard à Saint-Jacques de Compostelle, au commencement du XVIIIème siècle, Imprimerie Abel Radenez, Montdidier, 1890.

JOUVIN DE ROCHEFORT, Albert, Le voyageur d’Europe, où sont les voyages de France, d’Italie et de Malthe, d’Espagne et de Portugal, des Pays Bas, d’Allemagne et de Pologne, d’Angleterre, de Danemark et de Suède, t. II, París, 1672.

Catedral de Santiago de Compostela

 

BONNAULT D’HOUËT, Baron de, Pèlerinage d’un paysan picard à Saint-Jacques de Compostelle, au commencement du XVIIIème siècle, Imprimerie Abel Radenez, Montdidier, 1890, p. 86.

 

GARCÍA IGLESIAS, José Manuel, “La mano del parteluz del Pórtico de la Gloria. Santiago de Compostela. De la leyenda a la Historia”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, LXXV, 2, 2009, pp. 31-42.

 

JOUVIN DE ROCHEFORT, Albert, Le voyageur d’Europe, où sont les voyages de France, d’Italie et de Malthe, d’Espagne et de Portugal, des Pays Bas, d’Allemagne et de Pologne, d’Angleterre, de Danemark et de Suède, t. II, París, 1672, p. 166.

José Manuel Rodríguez Montañés [jmrmleon@gmail.com]

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