Al finalizar el mes de abril, la gaita y el tamboril suena por las calles de Hinojales, anunciando que se acercan las fiestas en honor a la Virgen de Tórtola. Es entonces cuando se activan el tiempo de fiesta y se llevan a cabo los preparativos para esta celebración patronal.

Entre los distintos aspectos que conforman este ritual, adquiere protagonismo la danza, no solo por la vistosidad que da a la procesión de la Virgen, sino sobre todo por lo que representa para el pueblo de Hinojales. Todas las familias de una u otra forma están representadas en los dos grupos de danza, uno de adultos y otro infantil.

El número de danzantes de cada uno de los grupos es impar, y normalmente está formado por siete o nueve miembros. El proceso de aprendizaje de las diferentes “mudanzas” y otros aspectos relacionados con la danza, ha sido tradicionalmente una cuestión que recaía en el tamborilero, aunque en la actualidad son antiguos danzantes los que enseñan a los más pequeños.

La primera aparición de la danza en este contexto festivo tiene lugar en los días previos al uno de mayo, cuando la danza se encarga de recoger al mayordomo de ese año y juntos, hacen el camino hasta la ermita de la Virgen para realizar el traslado de la imagen al pueblo.

El día principal de esta celebración es el uno de mayo. Por la mañana temprano se oye al tamboril por las calles de Hinojales y tras recoger a los danzantes, es el momento de acompañar al mayordomo del año desde su vivienda hasta la iglesia parroquial. Antes de emprender el camino hasta la iglesia, el mayordomo invita a todos a unos dulces y aguardiente. La misa es a las doce y cuando esta finaliza, la danza es interpretada en el interior del templo, antes de que tenga lugar la procesión de la Virgen. Durante el recorrido por las principales calles del pueblo se van alternando los dos grupos de danza.

Al terminar la procesión, la imagen se sitúa cerca del altar y tiene lugar en el interior del templo la última danza. Para ello tanto el grupo de adultos como el infantil, se sitúan en el centro de la iglesia e interpretan varias mudanzas. A estos grupos se acercan antiguos danzantes que también ejecutan esta última danza. Junto a los danzantes adquiere protagonismo la figura del tamborilero.

La danza incluye varios movimientos que aquí reciben el nombre de mudanzas y que tienen los nombres de inicio, el caracol (grande y chico), la larga y la cruz. Estos cambios se van sucediendo según determinen el tamborilero y el «guión».

Quizás uno de los elementos más llamativos de esta danza sea su traje, tanto por sus diferencias con otras agrupaciones cercanas, como por la diversidad de elementos que la conforman, así como su relación con actividades artesanas locales. Componen el traje las zapatillas, las calzas o medias blancas con ligas azules, el calzón a media pierna de color azul marino y con borlas, un blusón de color blanco, un cinturón o fajín (verde para el “guión” y azul para el resto), dos cintas azules, el “volero” de color blanco (especie de falda), una banda, y el gorro adornado con pequeñas flores de talco. Además de estos elementos destacar que los danzantes llevan castañuelas con cintas de colores.

La existencia de dos grupos (adulto e infantil) permite la transmisión de los valores de la danza, y la participación de los más pequeños en la procesión de la Virgen, uno de los momentos más importantes de esta celebración, favorece la continuidad y la ilusión de los niños por seguir la tradición.

Junto a la creación del grupo infantil en los años setenta del pasado siglo veinte, debemos destacar entre las transformaciones de esta danza, la participación desde hace unos años del grupo en las fiestas que se celebran en agosto en honor a los emigrantes