Luzaide / Valcarlos, se convierte en una de las puertas del Camino de Santiago a través de los Pirineos. Esta localidad navarra se convierte por tanto en un interesante enclave para abordar el recorrido hacía Santiago y prueba de ello son la cantidad de peregrinos que eligen este itinerario.

Junto al patrimonio material que encontramos en esta localidad (megalitos, calzada romana, arquitectura civil y religiosa, etc.) debemos subrayar la importancia del patrimonio inmaterial presente en sus oficios tradicionales, sus leyendas, los aspectos que nos hablan de mitología, las formas del trabajo mancomunado, la gastronomía y el ciclo festivo.

Las fiestas, que ordenan el año y que representan las estaciones y los trabajos relacionados con ellas, dibujan un tiempo y un espacio ritual que nos ayuda a entender a las comunidades que viven en un territorio. En el caso de Luzaide / Valcarlos, debemos subrayar la importancia que tiene el domingo de Resurrección y el papel que juega la calle como lugar de fiesta y encuentro.

Es en esta ocasión festiva cuando nos encontramos con los Bolantes, nombre que recibe uno de los grupos de dantzaris que participan este día de fiesta. Estos interpretan distintos bailes que se han convertido en uno de los referentes identitarios de esta localidad navarra.

Aunque en un principio esta danza estaba relacionada con los carnavales, fue a partir de los años setenta del pasado siglo cuando se integran en los actos que festejan la Resurrección.

Este grupo, formado por unos veinte danzantes, aunque el número es variable, acompaña a un elenco de comparsas que recorren las principales calles del municipio y que imprimen un ambiente festivo de gran relevancia. En estos pasacalles, participan diferentes agrupaciones, con distintos cargos y personajes (Zaldizkoak, Zapurrak, Makilariak, Zigantiak, etc.).

Durante toda la mañana y la tarde, el grupo recorre varios lugares del pueblo y también distintos barrios, ejecutando sus danzas.

El traje de los Bolantes está formado por alpargatas de esparto, pantalón blanco decorado, camisa blanca con cintas rojas en las mangas, y boina roja. Completa el traje y da vistosidad al mismo, una capa con cintas de seda de diferentes colores que los danzantes llevan en su espalda.

La incorporación de la mujer en mil novecientos sesenta y siete, o la reciente declaración de la danza como Bien de Interés Cultural, son algunos ejemplos de los cambios en la tradición y la relevancia que esta expresión cultural tiene en el imaginario colectivo.