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Denominación
Descanso del peregrinoFechas
1970 hasta 2020.El descanso del peregrino. Pernoctar en el camino de Santiago
Durante el periodo en que se configuró el camino de Santiago, la acogida al peregrino se realizaba en los espacios religiosos: las propias iglesias, ermitas y hospitales. También se dormía en las “peregrinerías”, dejando en la mayoría claro a los hombres y a las mujeres que no se podía compartir cuarto, o al menos altura de cama. Las referencias a los hostales de pago también abundaban, y en algunas se cometían abusos en el precio (cuya tradición mantuvieron hasta hace pocos años algunas empresas), criticados ya desde el sermón “Veneranda Dies” del Liber Sancti Jacobi, como nos recuerda Uría (“La hospitalidad y el hospedaje”, T. I, p. 329). El boloñés Laffi alababa hospitales como el de Burgos, que tenía “cabida para dos mil personas y los peregrinos son muy socorridos en él, dándoles muy bien de comer y dormir”, y además contaba lo que sucedía
“cuando algún peregrino llega a un lugar en donde no hay hospital», se dirige al alguacil, encomendándose a él, «quien llama a uno de sus hombres y le dice que conduzca al peregrino a tal hostería y que le den buen lecho, y además, si tiene necesidad, pan y vino, y que le proporcionen lo que pida». (Uría, “La hospitalidad y el hospedaje”, T. I, p. 329).
Después de las desamortizaciones del siglo XIX, el camino cayó en cierto desuso, continuado por los viajeros románticos. Siguiendo la tradicional costumbre, en el siglo XX también se albergaban las personas en fondas y casas particulares (F. Lalanda, 2011, p. 162). En este sentido, pudieron no tener suerte extranjeros como el peregrino alemán Arnold Harff con su séquito, que se quejaba en su viaje: «desde Orthez hasta Santiago ya no encontrarás ninguna buena posada para ti ni para tu caballo. Si quieres comer o beber tienes que comprártelo en el camino, y no encontrarás para tu caballo avena ni paja. Además hay que dormir en el suelo y comer cebada» (V. De Parga, “Itinerarios”, T. I, p. 228).
En la década de 1950 los hospitales históricos y las iglesias estaban cerradas para el antiguo uso. Cuando el padre Elías Valiña intentó recuperar el camino de Santiago en el siglo XX, se habían perdido los espacios propios del Camino para pernoctar, pero entonces se recomendaba la tienda de campaña. Antolín de Cela, párroco de la Encina, e impulsor del Camino a Santiago en el Bierzo, recuerda que en 1986 seguía habiendo pocas instalaciones para los peregrinos “no había donde hospedarse. Recuerdo el Cementerio de Manjarín, donde acampaban algunos peregrinos” (ACS, 2016), que – con otros objetivos religiosos – les llevó a pensar recuperar los albergues de las parroquias.
Desde que se promovieron los espacios comunales para peregrinos, siempre reinó una buena recepción al caminante. Actualmente hay varios tipos de espacios para pernoctar que promueven la tradicional recepción en espacios conjuntos.
Primero, los que están identificados como “hospederías” que regentan las Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, donde están los “hospitaleros”, que son voluntarios que mantienen viva la buena acogida al peregrinaje, dando varios servicios y sugiriendo un donativo anónimo en una hucha.
Segundo, los de tradición religiosa que se continúan recuperando, con apoyo de la Acogida Cristiana en el Camino (que coexiste con el “turismo religioso” en enclaves de mayor lujo). En los albergues parroquiales y los de gestión eclesiástica son en principio gratuitos y se pide la voluntad.
Tercero, los albergues de pago municipales y privados. En algunos pueblos donde se llenan los albergues dejan antiguas escuelas, frontones y amplios espacios de la comunidad, que abren a quienes reconocen como peregrinos si el albergue está lleno. En este grupo podemos incluir los refugios y reconstrucciones de arquitecturas populares tradicionales que se integran en el paisaje y persiguen restaurar los principios del peregrinaje prístino. El peregrino suele encontrar todos estos a precio asequible y justo.
Quinto, hay bares que cuentan con establecimiento anexo, acondicionado para dormir, que resulta de gran utilidad al peregrino, puesto que esto facilita la cena o el desayuno, dado que en muchos albergues no hay cocina, y en algunas zonas rurales a las ocho de la mañana no se encuentra un bar o café para desayunar (RMA).
La impresión general es que son muy económicos, a lo que contribuye el concepto de que en algunos se pague en concepto de la voluntad. Incluso los particulares son muy baratos, y en estas condiciones llegan a tener sábanas de tela (RMA). Los peregrinos no consideran que exista afán de lucro y confirman la máxima de que se tiende a “Hospedar con esmero”, pero con austeridad.
Para hospedar al peregrino, si antiguamente existieron números simbólicos ideales para colocar las camas en un cuarto (doce como los apóstoles), hoy en día depende del espacio arquitectónico reconvertido. Así, hay lugares donde los peregrinos duermen en un cuarto de dos camas en antiguos monasterios (en Cacabelos, Galicia) hasta salas donde suman 60 camas, como el antiguo teatro de San Martín del Camino (Astorga). En los espacios reconvertidos que se vinculan a la tradición es común encontrar antiguas iglesias (en Sahagún, reconvertida en albergue municipal) o monasterios para que duerman peregrinos, a veces en las antiguas celdas de los monjes, con lo que el número de personas puede reducirse a dos peregrinos por cuarto (RMA).
En el albergue donde se dormirá, en la entrada suele haber estanterías para dejar las botas o las deportivas (por el polvo o el barro que se suela llevar), si son sandalias a veces se pueden pasar. Para registrarse en el albergue o equivalente hay que mostrar la “credencial del peregrino”(RMA).
Hoy en día no es común recibir comida gratis en los albergues, salvo en los pertenecientes a las Asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, que dan como mínimo el desayuno, y con frecuencia cena, y no cobran al peregrino, sino que sugieren dejar en una caja “lo que se quiera” (RMA). Así, estos albergues vienen manteniendo la tradición hospitalaria del peregrino de forma continuada desde hace décadas. En el resto, cuando tienen cocina o bar, se puede cenar en los lugares destinados al efecto.
La acogida sigue la tradición hospitalar modesta. Las camas con austeridad es una herencia que se remonta al menos al siglo XV, según Cortés Arrese , que afirmaba que en el siglo XV en hospitales y albergues “las camas, cuando las había, solían se de paja y no de pluma” (1994, p. 94, p. 50). En algunos albergues entregan una sábana desechable de papel y, si se pide, una manta; en otros más caros hay sábanas de tela. Hay una jornada horaria común a todos los espacios del camino. A las diez se apaga la luz, y a las ocho hay que salir del albergue. Es posible que esta tradición se remonte a la época en que los peregrinos pernoctaban en las iglesias.
Si bien antiguamente se podía quedar un mismo peregrino hasta tres días en el mismo espacio, hoy en día es norma de los albergues del Camino el permitir que se duerma sólo un día en el mismo albergue, que quiebran ante la necesidad, cuando no hay albergues en pueblos cercanos, como hacen las monjas de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja).
La hospitalidad del buen trato es compartida entre el hostalero y hospedero hacia la comunidad peregrina. La recibida es amable, y es común socializar con los voluntarios que apoyan en los lugares de acogida. Pero en albergues privados existen excepciones en la amabilidad de la tradicional acogida (por ejemplo, en La Faba, León) que no mantienen los patrones propios de afabilidad de los hospederos. Esto puede vincularse a las formas de transmisión oral del sentido de la hospitalidad en la comunidad del Camino, que esté inculcada una tradición mantenida de forma extraordinaria por los voluntarios que colaboran en las hospederías de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, que dedican a menudo sus vacaciones a atender peregrinos, mientras que otros particulares pueden estar interesados en este fenómeno como negocio, valorando más el aspecto económico, que ya ha sido debatido y cuestionado desde la Edad Media (Matellanes Merchán, 1993).
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Rosa Montes Allén. María Zozaya-Montes
María Zozaya-Montes mzozayam@yahoo.es
Descanso del peregrino, prácticas para pernoctar
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