Cuando se acerca el final de agosto, el tamborilero de la Virgen de la Salud anuncia la llegada de las fiestas. Sus sonidos recorren las calles de Fregenal de la Sierra nueve días antes de que llegue el ocho de septiembre, el día principal de esta ocasión festiva. 

En este recorrido, el tamborilero nunca esta solo. Junto a pequeños aprendices, de música y danza, que lo acompañan, se encuentran los vecinos que con sus puertas abiertas, reflejan la alegría del esperado momento.

Antes del día grande, en la noche del seis de septiembre, se celebra el Rosario, un acto que recorre algunas calles de la localidad y en donde el tamborilero vuelve a acompañar a quienes participan cantando y descubriendo los pequeños altares realizados en honor a la Virgen.

El momento más importante para la danza es el ocho de septiembre. Comienza su participación a la siete de la mañana después de la celebración de la misa. En frente de la Virgen de la Salud, los “lanzaores” interpretan las distintas “mudanzas” e inician un recorrido que les llevara a la casa de todos y cada uno de los hermanos que conforman la hermandad. Entre casa y casa a ritmo de pasacalle, van llevando en una dura etapa, la danza a todos los rincones del pueblo.

Terminado el recorrido hay un breve descanso y a las ocho de la tarde comienza la procesión de la Virgen por las principales calles de la localidad. En este recorrido participan los tres grupos de danza. Terminado el recorrido es el momento de ejecutar en el llano de Santa Catalina la “rebotá”, una mudanza que representa el final y que llena de alegría a quienes tienen en esta devoción y en esta danza un referente.

Entre las primeras referencias históricas a estas danzas, se encuentra un documento de 1757 que señalaba la participación de la danza en una procesión organizada por el párroco de Santa Catalina con motivo del traslado de la imagen de la Virgen de la Salud a su nueva capilla.

La importancia de esta danza y el papel que juega la misma dentro del entramado identitario de esta localidad extremeña, ha provocado que en los últimos años se hayan creado dos grupos más de danza, uno infantil y otro de jóvenes. Además de favorecer el aprendizaje y la continuidad de la danza, este hecho ha venido a construir nuevos contextos respecto de los procesos rituales y el significado que la propia danza tiene para la población local.

Cada grupo esta formado por nueve danzantes y uno de ellos, conocido como el “guión”, es quien ejerce de portavoz del grupo y el que indica, junto al tamborilero, los cambios en los diferentes movimientos.

Como sucede en otras danzas de localidades cercanas, la música que acompaña a la agrupación, es ejecutada por el tamborilero y los instrumentos utilizados son la gaita o flauta de tres agujeros, y el tamboril.

El traje de los danzantes se compone de alpargatas de esparto, calzoncillos largos de color blanco, enaguas almidonadas, camisa de color blanca, una faja de color rojo que atraviesa el pecho y la espalda, una banda también de color rojo, un pañuelo que se sitúa en el lado izquierdo de la cintura, y el gorro que a forma de tocado esta realizado con flores artificiales. El “guión” del grupo se diferencia del resto porque su banda y faja son de color verde en vez de rojos.

Una de las principales transformaciones de esta danza guarda relación con la composición de los danzantes y el perfil socioeconómico de los mismos. Hasta los años ochenta del pasado siglo veinte, más o menos,  los danzantes pertenecían a las clases más humildes de la localidad, condición que ha cambiado.

El protagonismo de esta danza para Fregenal de la Sierra y la relevancia de sus significados, han producido que en el 2007 haya sido declarada como Bien de Interés Cultural por parte de la Junta de Extremadura.