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Denominación
Fraternizar (uso social del Camino de Santiago)Fechas
1970 hasta 2020. Estación: todo el añoUn elemento esencial para mantener el espíritu del Camino de Santiago – al menos en el denominado camino francés – , es el uso de fraternizar, que tiene lugar entre peregrinos, peregrinos y hostaleros, laicos o religiosos. El hábito social es muy extendido, promueve el conocimiento de personas de muy diverso origen, lleva al respeto general de las normas de convivencia, dando un paso más allá y promoviendo la generosidad y el conocimiento mutuos.
El origen histórico de esta fraternidad concreta puede relacionarse con la idea de hermandad presente en las cofradías del Camino de Santiago, y fomentada desde ellas en la Edad Media. Según recogía Plötz, la fraternidad – y sororidad – fue promovida por las cofradías de Santiago presentes en toda Europa desde la Edad Media, en España desde 1120 según el Códice Calixtino, algunas de las cuales permanecen hasta la actualidad (Plötz, 2019, p. 155). En su caso, las cofradías, así como las órdenes y hospitales que se situaban en la ruta del Camino, tenían como objetivo participar del apoyo al peregrino.
El uso de fraternizar en el camino de Santiago se veía favorecido por el hecho de que la mayoría de peregrinos, con pocos recursos, hacían su recorrido a pie y eran tan bien recibidos que algunos ni querían avanzar. En ese sentido, ironizaba Sebastian de Covarrubias con los ritmos de sus peregrinos: “Camino de Santiago, tanto anda el Coxo como el Sano: esto se entiende si ambos van a caballo o porque los más peregrinos son pobres, y van de-su-espacio [“despacio”], gozando de la hospitalidad que se les haze en todas partes, y assi caminan al día tan poco, que puede ser jornada de un coxo, caminando todo el día, porque cabra coxa no quiere siesta”.
Actualmente, el uso social de fraternizar en el camino de Santiago se manifiesta de diversas formas: en la generosidad del regalo, en las comidas compartidas, o en otros apoyos al peregrino. Pero hay una práctica más básica, que es la que constituye propiamente el roce cotidiano, basada en intercambio de opiniones entre los peregrinos y lleva al conocimiento del otro viajero como un par, normalmente en torno a temáticas relacionadas con el propio camino de Santiago.
Existe una especie de derecho de conversación que las gentes comparten como valor propio de este espacio geográfico. La oralidad dialoga constantemente con el paisaje, pues al reconocer a un peregrino o un paisano se da por hecho que se puede preguntar cualquier cosa del camino a otro peregrino, que va a ayudar y responder bien, que va a tratarse de un diálogo pacífico y bien intencionado. Raúl Yepes afirma que el Camino potencia las relaciones sociales basadas en el respeto y la confianza. El motivo probablemente es que está implícita la pertenencia a un universo de valores común en torno al camino, y el hecho de compartir una identidad, la de peregrino, y con ella, un objetivo, realizar el camino. Esto incentiva a socializar con el resto, en las debidas circunstancias y la debida moderación, respetando que muchos peregrinos buscan meditar. En este sentido, otra forma de compartir el camino también es respetar el silencio. A veces se interioriza como forma de penitencia, por el sufrimiento y las incomodidades a las que se vincula, aunque “hay motor y fuerza hasta la extenuación porque hay esperanza, porque al final del camino hay pórtico de la gloria” (L. Blanco, 1995, p. 13).
Podemos señalar dos temas básicos de conversación y fraternización con el peregrino desconocido, la búsqueda de orientación, el avituallamiento, la solución de dificultades, o el simple intercambio de conversación cuando la ocasión lo promueve o propicia (cena del peregrino, solicitud de ayuda, etc).
Respecto a las preguntas para orientarse, actualmente, la oralidad sigue siendo esencial para orientar a los peregrinos, sea cuando buscan llegar a su destino, sea para sugerir un fin de jornada en un lugar que se recomienda. Granero Gallegos (2010, p. 77) muestra que actualmente viajan sin mapa un 16% de los peregrinos, y el resto que lo lleva, un 80%, también recurre a las conversaciones sobre las rutas del camino; y revela que un 77% de los varones viajan sin planificación (G. Gallegos, 2010, p. 78).
En lo que concierne a otras conversaciones, a lo largo del camino es común que se establezcan formas de sociabilidad informal con el desconocido, según las cuales se crean lazos efímeros que normalmente parten de información sobre el camino y del paisanaje, para trascender a las que motivaron aquel viaje. Cuando se produce el diálogo entre peregrinos es común presentarse por el nombre, lugar de procedencia (o residencia), a partir de lo cual cruzarán informaciones relativas al propio camino. En los cuadernos de bitácora de los peregrinos españoles e internacionales es común encontrar registrados pequeños diálogos con el nombre de la persona y a veces la procedencia, y a menudo, repetir los nombres en un segundo encuentro casual producido por el camino, que llevará a compartir un refrigerio o una cena conjunta. Incluso los nombres se llegan a registrar en instrumentos aparentemente tan necesarios para el peregrino como los mapas, donde para quien tuvo la vivencia se grabarán como lugares de memoria los nombres de figuras desconocidas para el lector, “P[uer]to Lizarraga. Pastor Ricardo”, o en Tricastela “Eduardo y Nawon”, registrando la fraternización en el Desplegable del Camino de Santiago de 1971 (BNE).
En las conversaciones que tienen lugar entre los peregrinos o las personas que tratan de la acogida (hostaleros y voluntarios) surgen temas comunes relacionados con las zonas geográficas de visita al camino, y se cruzan informaciones como preguntar dónde se ha estado, o recomendar ir a lugares, fuentes, árboles santos, aguas sagradas, o espacio de leyendas en la ruta inmediata.
Además, esta socialización puede tener un uso funcional. Gregorio Varela (1995, p. 17) afirma que los peregrinos también trataban de andar en grupo “porque les daba una mayor seguridad, y en cierto sentido facilitaba su aprovisionamiento”, al mismo tiempo que “les obligaba a tener en cuenta las posibilidades de caminar de las diferentes personas del grupo, de muy distinta condición”. En este sentido encontramos formas de socializar estrictamente vinculadas al camino, que remiten a la frase atribuída a Goethe de que «Europa se hizo peregrinando a Compostela». Remite al predominio de esa fraternidad más allá de las fronteras, promovida por un objetivo espiritual común y un destino compartido donde se encuentra apoyo ante la dureza de las circunstancias, la unión entre peregrinos que están solos, o la búsqueda conjunta de albergues. El testimonio de Carlos Goga (2009, p. 29) remite a cómo la guía de un peregrino que conocía el idioma pudo ser esencial para encontrar abrigo para otros extranjeros cuando todos los albergues estaban llenos.
“Bien pasada la media tarde llegué al pueblo de Zubiri. Entré con Luis, mi nuevo amigo de California. Le recogí en una bajada muy dura”, […] , “los albergues están todos llenos. En inglés. Nadie hablaba castellano. Me ofrecí a indagar. Preguntas a lugareños que me envían al bar”, [periplo que al final les llevó al alcalde que les aseguró que les abrirían el frontón del pueblo]. “Veinte peregrinos más propios de una delegación de la ONU que del Camino de Santiago caminábamos juntos por las calles del pueblo. Dirección al frontón. Canadá. USA. Suecia. Francia. Alemania. Yo de España. Sólo yo. Yo delante. Guiando” (…) Resultó que aquello era de lo más habitual. El frontón estaba lleno de colchones”.
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Fotografías
Rosa Montes Allén ; Manolo Lamazares.
María Zozaya-Montes mzozayam@yahoo.es
Fraternizar
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