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Torre los Negros
Durante mucho tiempo, el pueblo gitano en Aragón careció de la posibilidad de contar con la asistencia médica, más o menos desarrollada, a la que tenía acceso el resto de la población. De manera parcial, esta carencia quedaba suplida por una autogestión familiar o comunitaria de la salud mediante el uso medicinal de una amplia cantidad de elementos presentes en el entorno natural de los territorios que ha recorrido o en los que se ha asentado, y de los que la memoria oral del pueblo gitano conserva todavía un valioso saber acumulado generación tras generación. Estos remedios medicinales se fundamentan en un conocimiento de las propiedades curativas de numerosas plantas silvestres aunque incluyen asimismo el empleo de otros elementos de origen animal.
Han sido tradicionalmente las mujeres mayores de cada familia quienes disponían de estos conocimientos curativos y quienes los aplicaban de manera habitual al resto de los miembros del grupo familiar. Solo se ha testimoniado el papel activo de algunos hombres en la recogida y almacenaje de determinadas hierbas aromáticas usadas en forma de infusión para paliar males digestivos.
Mi papa cogía té, cogía manzanilla, la colocaba en una bolsica de trapo con una cuerda, la dejaba colgada, y cuando se secaba y alguna vez tenía alguno un dolorcico de estómago pues le daban el té o la manzanilla. El té era buena medicina. Jaca. Hombre n. 1976
También se ha recogido testimonio de la existencia, tal vez puntual, de la figura de la curandera gitana, por ejemplo en la comarca del Jiloca. En este caso, se trataba de una mujer también mayor, con amplios conocimientos y experiencia, que no solo se ocupaba de su familia sino del conjunto de la comunidad gitana de la zona.
Cuando se ponían los niños malos era una gitana, una curandera que había y los curaba. Mujer n. 1948 en Torre los Negros (Jiloca)
Otras veces, especialmente en ocasiones de cierta necesidad, se contaba con la colaboración de algún curandero local.
Me acuerdo del remedio pa las anginas porque lo decía muchas veces mi hermanico. Mi hermanico tenía placas de pus y, claro, no había dinero pa dir a un… [médico]. Y un pastor dijo «¿Qué le pasa al chavar?» «Que tiene fiebre». Le abrió la boca y tenía anginas. Y en el brazo aquí… (se señala el antebrazo) tanto hacele, tanto hacele… (mientras se masajea) [la vena] se la reventó el curandero, pero era pastor. Le reventó las venas, pero rajadas, eh, en canar, y al rajasen las venas se le fueron las anginas. Me acuerdo como si fuera mi madrecica. El Marianico. Mujer n. 1948 en Torre los Negros (Jiloca)
Las plantas con uso medicinal de las que se ha recopilado testimonio en diversas zonas de Aragón, y sus indicaciones terapéuticas, son: las hojas de olivo (para bajar a tensión), las malvas (para las varices), la manzanilla, el té y el anís (para las molestias del aparato digestivo, la corteza de carrasca (para daños en la piel), y el saúco (para el dolor de muelas).
Algunas de estas plantas o elementos vegetales se recogían de manera expresa cada vez que iban a ser utilizadas, pero también era habitual una práctica recolectora periódica que permitía tener a mano las plantas secas y dispuestas para su uso en cualquier momento.
En cuanto a la posología, o manera en que estos elementos vegetales eran utilizados con fines medicinales, podía ser en forma de cataplasma (pasta blanda que se extiende entre dos gasas y se aplica sobre alguna parte del cuerpo) o, sobre todo, mediante diversas operaciones en las que el agua tenía un papel principal. En forma de infusión vía oral (por ejemplo el té o la manzanilla) o disuelta en agua para darse un baño en caso de problemas cutáneos, y también inhalando los vahos de su cocción como con el saúco.
Yo voy a contar unos remedios que mi agüela Blanquilla, que en paz descanse, recogía del campo. Por ejemplo, cogía las hojas de olivo, las hervía y eso servía pa bajar la tensión. O cogía hierbas y hacía cataplasmas con las malvas y las ponía pa las varices. Las malvas las hervía y las hacía una cataplasma y con eso curaba mucho las varices. Y manzanilla, lo típico, el anís nunca le faltaba, que el anís siempre era pa la tripa o pa l’estómago. Pa los dolores de cabeza, mi agüela recogía y sabía muchas cosas que se han quedao en el olvido, pero alguna cosa lo decía y caro, te acuerdas de pequeñica. Casetas (Zaragoza). Mujer, n. hacia 1958
“Mi hija tuvo una infección muy importante en la piel y nos decían los médicos que no tenía cura. Se le iba quitando toda la caspilla o piel seca al lavarla, y la carne se le ponía roja, en carne viva, pero un buen médico me recetó que me fuera a un árbol de carrasca, que lo pelara, lo limpiara bien y lo cociera, y después de dejarlo al sereno toda la noche, bañé a la cría en esa agua y una pomada. Así se le fue el mal”. (PROFESORADO CPEPA JACETANIA, 2010: 77)
“Mi madre una vez que tenía un dolor de muelas cogió unas ramicas de sáuco y las coció ‘bien cociditas’ en una perola y se puso la cabeza debajo de la manta hasta que se le reventó el flemón.” (PROFESORADO CPEPA JACETANIA, 2010: 77)
Otros elementos de origen distinto al vegetal que se empleaban por sus valores curativos eran la leche materna que, depositada en un dedal, se introducía en el oído del niño o niña en el que sentía dolor (PROFESORADO CPEPA JACETANIA, 2010: 78), el polvo de quera (palabra aragonesa que denomina la carcoma) que se utilizaba a modo de polvos de talco en zonas irritadas de la piel, o la costumbre de frotar un limaco (palabra aragonesa para denominar a una babosa) para eliminar una verruga (PROFESORADO CPEPA JACETANIA, 2010: 78).
“Pues si se daba el caso de que una niña, por ejemplo, estaba un poco escocida, los gitanos antes usábamos para curarla la quera de un árbol, se usaba de polvos de talco”. PROFESORADO CPEPA JACETANIA, 2010: 78
Un último procedimiento curativo era el de tipo kiropráctico, a veces combinado con el recitado de una fórmula de bendición.
Y luego lo del asiento. Cuando comía y no podían quitarle el asiento porque no los curaban los médicos, pos iba l’agüela y le asaba como unas… echaba azaite y hacía como una bendición. Como ahora los del Culto que hacen algo. Pos empezaba, l’estregaba la tripa, le hacía sus masajes y los dejaba lícitos. Bueno, pues que antiguamente ni te cogían en los médicos ni nada. Y si había un curandero en el pueblo de casualidá. Mujer n. 1948 en Torre los Negros (Jiloca)
La extensión de estas prácticas curativas tradicionales abarca los tres sistemas geográficos en que se divide Aragón, ya que han sido documentados al menos en Jaca (Pirineos), Casetas (Valle del Ebro) y Torre los Negros (Sistema Ibérico). Posiblemente, se trate de procedimientos ampliamente extendidos por todo el territorio y determinados, en última instancia, por la presencia de cada una de las plantas en según que zonas o lugares.
TRASMISIÓN
Las mujeres mayores de cada familia han sido de manera preferente quienes han acumulado y trasmitido de manera oral, y muchas veces de madres a hijas, estos conocimientos medicinales tradicionales.
La importancia que se le ha dado a estos conocimientos y prácticas ha ido disminuyendo en las últimas décadas, suponiendo una pérdida no solo de un importante elemento cultural y de relación estrecha con el entorno natural, sino también de un factor valioso en la autonomía en gestión de la propia salud dentro de la familia con la que contaba hasta hace poco el pueblo gitano.
El origen de la mayor parte de estos remedios, encuadrados dentro de una fitoterapia estrechamente ligada a cada territorio, resulta imposible de datar aunque en algunos casos parecen rastrearse la conservación de remedios vinculados a prácticas médicas antiguas que tuvieron continuidad entre las clases populares una vez que iban siendo abandonadas por la evolución, cada vez más veloz, de la medicina oficial.
En la actualidad, la rotura de la trasmisión oral intergeneracional que se produjo en torno a los años 70 en referencia a este y muchos otros elementos del patrimonio inmaterial del pueblo gitano, así como las sensibles mejoras experimentadas por la población gitana en la asistencia médica y los tratamientos de salud, han colocado este elemento en un inminente riesgo de pérdida total, habiendo quedado restringida su práctica tan solo a algunas de las mujeres gitanas más mayores.
Ahora ya to esto no existe. De antes de la madre iba a las hijas y de las hijas iban a las nietas, pero ahora… Yo de l’agüelica, de la madre del agüelico, sí que me quedaba con la historia… [pero] nunca pude aprenderlo. Mujer n. 1948 en Torre los Negros (Jiloca)
Que se tenga constancia, no se está llevando a cabo ninguna medida de salvaguarda de este elemento del patrimonio inmaterial. Una posibilidad para posibilitar la continuidad de, al menos, sus conocimientos y prácticas de las que aún se conserva memoria viva sería la realización de un estudio etnográfico que inventariase en profundidad este tipo de remedios curativos tradicionales y los volcase a un soporte escrito que permitiese su trasmisión y posible continuidad.
DÍAZ, Luis Miguel; RIVAS, Félix A.; RODRÍGUEZ, Daniel y RODRÍGUEZ, José Francisco. Patrimonio inmaterial del pueblo gitano en dos ciudades aragonesas vinculadas al camino de Santiago: Zaragoza y Jaca. Madrid, Acción Cultural Española, 2022 (estudio inédito).
PROFESORADO CPEPA JACETANIA. Dron, dron caló. Camino, camino gitano. Barrio San Jorge, Jaca. Jaca, CPEPA Jacetania, 2010.
Santos Baso. Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca.
Uso medicinal de elementos naturales
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