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Denominación
Peregrino (figura del)Fechas
Siglo XX.Puede decirse que los peregrinos son la esencia del Camino de Santiago, que mantiene una serie de valores, usos y prácticas del patrimonio inmaterial gracias a quienes siguen recorriendo la ruta, aunque los objetivos hayan variado, como veremos después. Si bien acuden durante todo el año, la afluencia aumenta en época estival y en invierno es menor, cuando “la sombra del peregrino es muy alargada” (N. Ramos).
Desde tiempos remotos, para que tuviera lugar la acogida del peregrino, que en definitiva era un desconocido para los vecinos y paisanos, era esencial que la comunidad extensa lo reconociese.
Los atributos representativos del peregrino fueron definidos en el Códice Calixtino, en su sermón “Veneranda Díes”. Se identificaba al peregrino por atributos como la concha, la capa, la calabaza, la cruz, o el bordón, que servía tanto para apoyarse como para defenderse en caso de ser asaltado. En el uso del bordón entramos en el cruce de la cultura material junto con los elementos simbólico-religiosos, como la importancia de los milagros de Santiago, pues algunos servían para “convencer a sus peregrinos que contarán con la protección del Santo para superar los peligros del camino” (Lacarra, T. I, p. 286).
Si bien se consideraban como esenciales insignias el bordón, bastón o calabaza, aparecen otros elementos históricos asociados desde el siglo XII, como el cuerno, la manta o el capote, de los que a veces se mantiene el último de modo simbólico. Existen fotografías de Galicia de 1950 (BNE) donde se presentan cuernos en venta en la plaza del mercado, que remiten a sus posibles usos para llevar alimentación (como aceitunas o sal) o pólvora, e indica que este pormenor es propio del uso de la comunidad de pastores o cazadores de las zonas por donde pasa el camino.
Desde el siglo XVI se constituye una imagen estética del peregrino en la iconografía de diversos cuadros de Europa. Por un lado, contamos con la representación general del peregrino. En el reverso del tríptico El Carro de Heno, el Bosco representa a un peregrino común, con un bordón y un sombrero, personificando la levedad del viaje de la vida. Mientras, otros autores reflejan claramente la iconografía del peregrino del camino de Santiago, que viste incluso a otros santos. En la Gallería Della Academia de Venezia es perfectamente reconocible al santo Sinibaldo como peregrino del camino, apoyado en el bordón con gancho y portando en el sombrero la cruz de Santiago. Tales elementos estaban generalizados incluso entre los peregrinos europeos, pues en algunas cofradías de Alemania o Italia empleaban esos atributos visuales tanto para hacer su peregrinaje como en las procesiones de devoción al santo, en que debían llevar su vestimenta Robert Plötz, refiere cómo en la cofradía francesa de Moissac, fundada en 1615 por cofrades que habían peregrinado a Santiago, se reunían para celebrar oficios y funerales por los cofrades difuntos, “llevando el gran sombrero de alas anchas enfarolado, que era entonces característico de los peregrinos”. Recoge cómo en 1830 en la parroquia de Santiago se seguía celebrando el día del Corpus una procesión “dirigida por un figurante en traje de peregrino, con sombrero, bordón y escarcela” (R. Plötz, 2019, p. 170, también cita a Parga, Lacarra y Uría, p. 250).
Durante el siglo XX se ha continuado promoviendo la acogida de peregrinos del camino, pero, ¿cómo reconocerle para dar la acogida y hospitalidad necesaria?
La presencia del peregrino con sus atributos a lo largo del camino de Santiago ha variado bastante desde la Edad Media, guardando símbolos tradicionales, peroe incorporando otros vinculados a la comodidad. Su presencia externa ha cambiado fruto de la globalización, procesos de la moda y sistemas de producción de ropa; pero también de recomendaciones derivadas de la práctica montañesa .
Puede decirse que la concha de vieira, con o sin cruz de Santiago diseñada sobre ella, e independientemente del material (concha, cerámica, papel, plástico), se ha mantenido como identificador dominante del peregrino, colgado a la altura del pecho o en la mochila. Los símbolos han aumentado en función de los presentes realizados por la asociación de los amigos del Camino de Santiago, que ya incluyen algunos como la flecha amarilla de papel maché como imperdible, resultando por extensión otro de los iconos identificadores del recorrido espiritual.
Pese a la ausencia de símbolos externos directos, la figura del peregrino sigue siendo reconocida por los vecinos y locales del camino de Santiago, lo cual resulta esencial en el sentimiento de acogida que va a recibir el caminante.
Suele representarse por una mochila, a veces el bordón y algún símbolo externo como la concha, de calzado unas sandalias o botas (aunque sea verano), y el poncho, capa de lluvia, o chubasquero, siendo común ver a peregrinos con gorra deportiva y bastones (David Wen, 2019: 00:19-00:39). Esta nueva representación del peregrino ha llevado a que entre las esculturas que lo representan en el Camino de Santiago se cuente con una bota de hierro en “monumento al caminante” de bronce o bota de la Finisterra ( J. M. Somavilla, 9-10; 119).
En la actualidad, la representación clásica del peregrino se ha convertido en un icono con el que se identifica a quienes hacen el camino aunque no lleven sus símbolos. En los objetos de cultura material se sigue representando mediante la capa, el bordón, el sombrero y la concha: en banderines de finales del siglo XX, diseños en los mapas, carteles, y guías turísticas actuales, sellos de correos, figuras de cerámica de Sargadelos, en los sellos de la credencial del peregrino, o en las esculturas que se expanden a lo largo del camino de Santiago, entre otros.
Otras prácticas que identifican visualmente al peregrino son sus actos: buscar la senda, realizar el saludo de acogida o buscar la hospitalidad en la recepción, a la que saben que tienen derecho por su condición de peregrinos.
Para reconocerles, es característico que caminen por los lugares tradicionalmente registrados. Pero los locales también reconocen a quien se desorienta y llaman la atención a quienes reconocen pese a sus atavíos modernos. Los símbolos de guía constante en el camino son varios, y podemos señalar los principales. Primero, los tradicionales mojones de piedra comunes al senderismo, que en el camino suelen montoncitos de piedras que trazan la forma de una flecha indicando el camino.
Segundo, la flecha amarilla que comenzaron a pintar los impulsores de la peregrinación jacobea: comenzó el cura de la primera localidad gallega del camino francés, Elías Valiña, el “cura do Cebereiro”, principal impulsor de la ruta Xacobea desde 1960, que desde 1970 comenzó – a parecer a partir de un bote olvidado de los almacenes del Mopu – con el coche lleno de botes de tinta amarilla, que llevó a sospechar a la propia policía de un posible acto terrorista, ante lo que el licenciado en derecho respondió irónicamente “estoy preparando una gran invasión” (F. Lalanda, 2011, p. 11; 270). Prosiguió su incondicional marca de guía y bienvenida al peregrino en la década de 1980 otro gran impulsor de la peregrinación jacobea: el presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Navarra (el logopeda Andrés Muñoz), que después han sido mantenidas y mejoradas por las respectivas asociaciones del Camino de Santiago (Paco Nadal, 2018). En el caso Portugués, fueron dinamizadas desde 1992 por la Asociación Galega de Amigos do Camiño de Santiago con Alex Rato, unida a la Associação de Amigos do Caminho de Santiago do Norte de Portugal, y la Associação de Valença dos Amigos do Caminho de Santiago (J. Antonio Riera, 2006, p. 9). Tercero, la imagen de la concha o rayo de luz grabada en piedra (o rayo de luz amarillo) o realizada en azulejo sobre fondo azul. En los tramos urbanos el indicador es una concha de bronce, y en carretera está debidamente indicado para los coches. Hay incluso carteles que recogen estas señalizaciones donde los peregrinos no tienen ningún símbolo distintivo tradicional (BNE, “Buen Camino, señalización del Camino de Santiago para peregrinos”).
Otra forma de comportamiento que identifica al peregrino es el hecho de buscar el albergue nocturno, siendo común pernoctar en los albergues u hospederías, para lo cual los vecinos de los pueblos por los que pasan siempre suelen ayudar y comentar cuáles están llenos y dónde hay lugar. Para ello es esencial la cultura oral, aunque también entran los nuevos formatos de reserva en línea que van sustituyendo este contacto con los locales.
Además existe un procedimiento formal, teóricamente anclado en las cédulas que eran concedidas para diferenciar a los verdaderos peregrinos. Antiguamente, a menudo se asociaba a la calidad de pobre de solemnidad, pero como su estatuto propiciaba abusos por parte de personas que estaban fuera de la ley y se ocultaban de esa forma, se comenzó a pedir una cédula personal emitida por el párroco que acreditase que ese viajero estaba realizando su peregrinación fuera de su tierra. Hoy en día ha quedado un resto identificativo, tenga continuidad o no con aquella práctica. Para que el hospitalero pueda reconocerle, es esencial que porte la “Credencial del Peregrino”, y que marque su presencia en los lugares donde se puede sellar la Credencial: la iglesia, hospedería, albergue, hotel, café, bar o pensión.
Los motivos de su viaje han variado, y si aún perviven los religiosos originarios, en el presente se han diversificado, otorgando mayor riqueza para definirlo como ritual del patrimonio inmaterial:
En la Edad Media era clara la “devotionis causa” (Cortés Arrese, p. 22). Desde la Edad Media, emprendían el camino para visitar los restos del Santo o buscando su curación milagrosa, que a veces resultaba de fenómenos puramente físicos, como el apartarse al menos durante un mes de los gérmenes que producían su enfermedad (como “el mal de fuego de San Antonio”, propiciado por el cornezuelo en el centeno, sanando al comer otros panes). Ya desde el primer tercio del siglo XIX se registraba la presencia de peregrinos que no buscaban curación física, pues asistían tanto “lisiados” como “meramente devotos” por lo que surgió el dicho popular – recogido ya en el siglo XVI por Covarrubias, también en el XVIII por Gregorio Mayans (1737, p. 184), y en el XIX por Fernán Caballero: “Camino de Santiago, tanto anda el cojo como el sano” (F. Caballero, 1834: 207).
Igualmente, asistían forasteros de España y Francia, que llevaban a afirmar que “La mucha concurrencia de gentes de tan varia fortuna y tan diversas costumbres era un mayorazgo para los posaderos de todo aquel camino” (F. Caballero, 1834, p. 207). Esta concurrencia fue resucitada desde 1960 por diversos reportajes (F. Lalanda, 2011, 191-194), desde 1980 por su promoción en Europalia y en 1993 por la declaración de patrimonio mundial de la UNESCO, además de todo el impulso que han propiciado las asociaciones del camino de Santiago.
Desde el siglo XXI es muy variada la motivación del peregrino, por religión, meditación, proceso, liberación, descanso, entre otros. Cuando pasó a integrarse en los circuitos de turismo, desde el siglo XX, algunas agencias promovían cierta desvinculación de las tradicionales, como agencias viajes de “Peregrinación a Santiago de Compostela con la finalidad de ganar las indulgencias del año Santo Jacobeo”, durmiendo en hoteles de “1B y 2ª categoría”, en autobús desde Ávila (Viajes Velasco, 1965, BNE). Pero es posible que, aunque formen parte de su itinerario y objetivos, quienes fuesen en ese tipo de viajes no se considerasen propiamente peregrinos.
Por último, pero esencial para el estatuto de patrimonio inmaterial, consideramos que la figura del peregrino actualmente está asociado al reconocimiento externo de que existe una filosofía motora interior: la presente en la finalidad del rito, el objetivo que en definitiva produce ese bien cultural. Esa presencia implícita se puede reflejar cuando la gente externa pregunta por el motivo de realización del viaje. Pero más indicativo es cuando no se sabe responder. El testimonio de Carlos Goga (2009, p. 30) al llegar a Pamplona recoge incluso la profunda incredulidad de “un turista” que les “acosó a preguntas, ¿Dónde vais? ¿Por qué lo hacéis? ¿Qué promesa escondéis? Nada de los que le contestamos le convenció”.
Alonso, J. Ramón, “El cornezuelo y el camino de Santiago”, Blog de divulgación científica, historias de neurociencia, 11/11/2012, disponible en: https://jralonso.es/2012/11/11/el-cornezuelo-y-el-camino-de-santiago/
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Fotografía (María Zozaya-Montes), del cuadro:
“I santi Ludovico de Tolosa e Sinibaldo (lati), Bartolomeo e Sebastiano (centro)”. Autor: Sebastiano Luciani, Sebastiano del Piombo (Venezia, 1485 – Roma, 1547). Procedencia:
Venezia, Chiesa di San Bartolomeo, Depósito al Museo della Academia di Venezia dal 1947, CAT 1804.
Documental: David Wen, Camino de Santiago: September. Camino Frances, 33 Days, 500 Miles (800Km), disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=7NqgAzEoKl8 IPCE. Fototeca: Santiago de Sagardelos. Fábrica de cerámica de Sargadelos. Peregrino. Archivo Herrero. Signatura: HER-22941. Fecha: 2014/06/27. http://catalogos.mecd.es/IPCE/cgi-ipce/ipcefototeca/O13253/IDbc65d217/NT14
Rosa Montes Allén.
María Zozaya-Montes mzozayam@yahoo.es
Figura del Peregrino
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